Todo llega cuando nada se espera
y palpitan las manos casi yertas.
Se cierran ventanas y se abren puertas
(quién lo hubiera dicho, quién lo dijera).
y palpitan las manos casi yertas.
Se cierran ventanas y se abren puertas
(quién lo hubiera dicho, quién lo dijera).
Todo cuanto se va quizá volviera
si no estás dormido, si te despiertas,
y todas tus dichas serán cubiertas
de vida vivida que no se muera.
Pasa el corazón a la garganta,
entra en el alma y sale por los ojos,
al fin del camino que no te espanta.
No hacen falta ni aldabas ni cerrojos
mirando a ese cielo de quien le canta
desde yermas tierras, desde matojos.
Francisco Pemar.