Carta de Carmen Gómez Ojea.

Carmen Gómez Ojea.
    
   Leí, querido Francisco Pemar, tu libro y, con toda honradez, te aseguro que me gustó, sobre todo porque tu voz no es meliflua ni tu música blanda, y quieres ser tú mismo, no un epígono servilón de nadie. Por eso te deseo el éxito que mereces, y que no se trata de pompas fúnebres más que nada por lo vacuo que hay en el meollo del mundanal ruido, ni me refiero a ninguna clase de vanidad de vanidades, si no al hecho de que se te oiga y se te lea, porque como siempre ocurre en estos momentos tan horrorosos y crueles, la poesía deja de ser un croar de ranas que cantan a la luna y se convierte en un arma cargada de futuro. Mis poetas son los que escriben versos de combate para atacar a los guerreros y a los hijos de Marte; son los trovadores que usaron sus serventesios para oponerse a los inquisidores dominicos que perseguían a los cátaros y terminaron con las Cortes de Amor. Y me gusta pensar que tú y gente parecida a ti estáis en esa pandilla.

Te escribo a máquina porque mi letra es tan infernal que, de hacerlo a mano, terminarías antes descifrando el contenido gráfico de un papiro.

                                                                                                         Carmen Gómez Ojea.