Artículo de Víctor Alperi

   Tomando un café con Francisco Pemar, en Gijón,  Un poeta asturiano, que como la mayoría de los poetas y escritores puros, es decir, los artistas que no están vendidos a un determinado credo político, sueña con bellezas líricas, con campos perfumados, y con una justicia social para todos los hombres. No hace mucho tiempo, allá por los años cincuenta, comenzó a florecer en España una determinada poesía que se llamó social, y lo héroes o aventureros gloriosos de esta poesía, pensaban que con sus versos podían cambiar el mundo, hacer que los corazones duros se tornaran blandos y cariñosos. La poesía social resultó ser una moda que, como todas las modas, quedó arrinconada en los viejos desvanes del desengaño. Los trabajos de Francisco Pemar, reunidos en su título "Alfabeto poético y una escala de amor", en ellos el poeta, intimista, canta al amor en primer lugar, y a la naturaleza que es protagonista de casi todas las composiciones: el campo, el mar, la arena de las playas, el rocío... Y la naturaleza del hombre, que se entrega al amor y comulga, al mismo tiempo, con los paisajes, las aguas, los cielos.
     Poesía intimista la de Francisco Pemar, que entrega una gota de protesta social, la esperanza de un mundo mejor. 
      Poeta que se une al rico caudal de la lírica española, la de hoy y la de siempre. Un caudal de aguas purísimas y purificadoras, pues los sueños de los jóvenes ponen algo de limpieza en los negocios sucios, la mayoría de las veces, de los mayores. Los poetas no pueden vivir de su poesía, pero sin voces líricas ninguna sociedad puede germinar y dar frutos para el día de mañana. O de pasado mañana.
    En España, en estos momentos, los poetas nacen como hongos en el bosque, son muchos y sus poemas pasan sin pena ni gloria, pero la siembra de los jóvenes soñadores será rica y dorada mies en el futuro.


                                                                                                                            Víctor Alperi.

                                                                                   (Artículo en la prensa 1994)