De pronto quietud.

 

De pronto quietud,
el alma sobre los hombros,
la sombra alargada
que se escapa como el agua.
Los ojos mirando
sin ver nada,
y el presente es pasado
a cada paso...
Algo pasa, nada.
Porque el pasado es nada
sin sus manos,
sin sus ojos estrellados, ingrávidos.
Aquí, en un sueño insondable,
y aunque muero cada día
sin morirme,
me voy para quedarme.
    
                                Francisco Pemar.